5 Consejos para vivir sin estrés

Vivimos en una sociedad frenética, de cambio constante, velocidad, ir con prisas a todos lados, de miles de exigencias externas (e internas, pero estas nos cuesta más escucharlas)… el medio perfecto para que se instaure el estrés. El estrés que nos agota, nos mantiene en tensión, con la cabeza abrumada de pensamientos, tareas, objetivos.

Silenciando nuestro interior y poniendo un altavoz a las demandas externas, cuánto ruido… y muchas veces no nos damos ni cuenta de que el estrés nos está acompañando. Y yo me pregunto ¿Podemos vivir sin estrés?

¿Cuándo percibimos el estrés?

El estrés es un mecanismo que se activa ante situaciones que requieren de una alta demanda de recursos personales y nosotros sentimos que no podemos hacerles frente. Es decir, percibimos el estrés cuando sentimos que las demandas del exterior superan a nuestros propios recursos.

El estrés viene acompañado de múltiples manifestaciones, tanto a nivel físico como mental. Además, acaba afectando a múltiples áreas de nuestra vida, como por ejemplo a nivel personal, social o laboral, como puede ser el estrés laboral.

¿Cómo vivir sin estrés?

No podremos vivir sin estrés para siempre, pues eso significaría que tenemos la capacidad de controlar absolutamente todo nuestro mundo interior y exterior, y como sabemos, no somos capaces de controlarlo todo.

Sin embargo, si tenemos la capacidad de adquirir aprendizajes que nos permitan detectar de forma temprana aquellas situaciones que pueden suponer una fuente de estrés, así como desarrollar herramientas que nos permitan hacerle frente. Es decir, lo recursos relevantes van a ser aprender a identificar fuentes de estrés y desarrollar estilos de afrontamiento adaptativos con el objetivo de saber gestionar el estrés, más que vivir sin estrés.

cómo vivir sin estrés

Algunas pautas para vivir sin estrés:

Como hemos comentado, no podemos vivir sin estrés y habrá momentos en los cuales, por mucho que sepamos detectar tempranamente situaciones que nos pueden suponer estresantes, vamos a tener que experimentarlo.

De todos modos, eso no significa que debamos de resignarnos y adoptar una postura de pasividad. Ya que no podemos vivir sin estrés, si podemos poner en práctica algunos recursos que nos van a permitir gestionarlo mejor. Intentaremos detectar qué nos puede producir estrés, para de ese modo, si se puede, evitarlo y si no aprender a gestionarlo. Recuerda que si no puedes sola, puedes pedir ayuda.

Autoconocimiento

Cuanto más te conozcas, más escuches a tu cuerpo y mente, más fácil te será identificar tus fuentes potenciales de estrés, pues lo que a ti te puede resultar altamente estresante puede que a otra persona no, y viceversa. Así que estate atenta, escúchate:

¿En qué situaciones puedo sentir estrés?

Reuniones de trabajo, exámenes, nuevos planes de futuro…

Desconexión con el entorno, dificultades para conciliar/mantener el sueño, dificultad para concentrarme…

Opresión en el pecho, tensión en la mandíbula, temblores…

¿Qué me ha resultado efectivo en situaciones anteriores?

Hacer deporte, técnicas de relajación, contarlo a una persona de confianza, psicoterapia…

¿Cómo puedo prevenirlo?

Delegando tareas, pidiendo ayuda…

Cuando vivimos con el piloto automático no somos capaces de dar respuesta a las cuestiones anteriores (es normal, así nos han enseñado a funcionar), por lo que puede resultarte un poco complicado al principio, incluso te puede generar malestar, pero es un malestar con un objetivo precioso: conocerte y aprender a sanarte.

Autocuidado

Ya sabemos que hay fuentes de estrés que no puedes evitar, pero si puedes volver hacia ti y proporcionarte momentos de autocuidado.

Puede que te preguntes ¿De qué me va a servir esto si no me va a permitir vivir sin estrés? El autocuidado es un componente fundamental porque va a ser un recurso para recargar energía y poder hacer frente a las adversidades con mayor fuerza y energía.

Cuando hablamos de autocuidado no nos referimos únicamente a largos paseos por el campo, una sesión de masajes o tener toda una tarde libre (que si se puede, pues también). El autocuidado también hace referencia a pequeños actos que te proporcionen bienestar, como parar cinco minutos y respirar tranquilamente, escuchar tu canción favorita, oler esa fragancia que te relaja… también poder establecer límites con los demás, preservado tu espacio personal y atendiendo a tus necesidades.

Autorregulación

Si podemos afirmar algo es que con quién siempre vas a convivir es contigo misma. Las personas pueden ir y venir, pero tú siempre estarás contigo misma. Por ese motivo es muy importante como te relaciones contigo misma.

¿Cómo te hablas? ¿Te permites sentir o te castigas? ¿Eres tu fuente de refuerzo o de limitaciones?

Va a ser muy diferente afrontar situaciones estresantes con un dialogo de refuerzo, como por ejemplo:

“Tú puedes Laia, poco a poco, otras veces también has podido, sabes que es temporal”

Que utilizando un diálogo crítico y devaluativo, como por ejemplo:

“Otra vez igual, eres un desastre parece que no aprendas”.

¿Ves cómo hay un mundo entre un dialogo y otro?

También puede resultarte útil visualizar la situación una vez esté resuelta. Para un momento, cierra los ojos e imagínalo, visualízalo, siente en tu cuerpo las sensaciones, incluso si puedes asocia un olor agradable.

Solución de problemas

Vamos a dirigir la atención al problema. Defínelo, analiza qué puedes hacer para resolverlo, genera todas las alternativas posibles y ponlas a prueba.

Control de la activación emocional

Emplear técnicas de relajación o utilizar ejercicios de respiración profunda van a promover una disminución de la activación de nuestro organismo. También será útil utilizarlas cuando empieces a sentir que tu cuerpo incrementa la activación, no hace falta que esperes a sentirte desbordada.

También practicar la atención plena será un recurso para gestionar el estrés.

Para acabar recuerda: no podemos vivir sin estrés para siempre, pero sí podemos conocerlo, comprenderlo y aprender a gestionarlo.

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El contenido ha sido redactado con fines divulgativos, en ningún caso puede sustituir la valoración de un profesional. El artículo ha sido revisado por el equipo de redacción clínica.

Artículo escrito y revisado porLaia García | Graduada en Psicología, con nº de colegiada 27.368.

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