Todas en algún momento hemos sentido miedo, ya sea viendo una película de terror, cuando escuchamos un ruido inusual durante la noche, cuando nos dan un susto, paseando de noche por la calle…
Pero también hay otro tipo de miedos, como el miedo a la soledad o al futuro. Puede que pocas veces nos hayamos parado a pensar en él, ya sea porque nos pueda resultar desagradable o por otros motivos. Así que ahí vamos, hoy hablaremos del miedo, qué es y cómo enfrentarse a él.
¿Qué es el miedo?
El miedo es una emoción primaria, básica y universal del ser humano. Podríamos asignar al miedo la siguiente definición: Emoción que se activa cuando percibimos un peligro concreto, ya sea real o imaginario. Eso es, aunque el estímulo sea imaginario el miedo sigue activándose en nuestro organismo, pues lo sigue identificando como una amenaza de la que debemos protegernos. Es decir, el miedo se puede desencadenar por la presencia física de un estímulo o por pensamientos que lo activen.
El significado del miedo es asegurar la supervivencia. Sin miedo seguramente llevaríamos a cabo variedad de conductas que nos pondrían en riesgo, o no podríamos reaccionar de una forma adaptativa ante una situación de peligro.
Aunque pueda resultar desagradable, el miedo no es nuestro enemigo, no es algo con lo que debamos luchar. Al contrario, el miedo es uno de nuestros aliados, nos informa, nos protege, nos proporciona información sobre lo que percibimos como peligroso y nos permite observarlo para aprender a gestionarlo.
¿Qué es el miedo en psicología?
En psicología hablamos del miedo normal y adaptativo cuando nos permite movilizar recursos y hacer frente al estímulo. Su duración es corta y no nos interfiere en el día a día. Pero no siempre que sentimos miedo aparece de manera adaptativa y funcional, sino que hay ocasiones en las que este miedo más que movilizarnos hacia la supervivencia nos genera una respuesta disfuncional.
Hablaremos de miedo disfuncional cuando la reacción al estímulo sea excesiva, cuando no haya ningún peligro o cuando genere una respuesta que nos limite. Cuando el miedo es disfuncional puede llegar a transformarse en una fobia o en ansiedad.
Como comentábamos antes, el miedo puede aparecer por un estímulo real y que esté presente en el momento o puede aparecer en reacción a una situación que todavía no haya ocurrido, pero que creamos que puede ser peligrosa para nosotras.
De ese modo, el miedo nos protege en el momento actual pero también de posibles situaciones futuras, movilizando recursos para hacerle frente. Cuando ese miedo es tan intenso y nos lleva a imaginar las situaciones más catastróficas, podríamos estar hablando de ansiedad anticipatoria. En el caso de las fobias estaríamos hablando de un miedo desproporcionado e irracional dirigido a un objeto o situación en particular.
En ambos casos ya no estaríamos hablando del miedo en sí como respuesta primaria, básica y universal, ya que se trataría de una respuesta del organismo mucho más elaborada y en el que influirían otros factores añadidos.
Función del miedo
Como todas las emociones, el miedo también tiene su función adaptativa. La función del miedo es facilitar la supervivencia del ser humano. ¿Cómo? Activando la alerta de que hay una situación de peligro y movilizando los recursos que tenemos disponibles para hacer frente a la situación.
Cada persona puede reaccionar de una forma diferente ante el miedo, incluso una misma persona variará su estilo de afrontamiento en función de la situación y momento en el que se encuentre.
De todos modos, en términos generales, cuando aparece el miedo solemos reaccionar mediante una respuesta de huida/escape, paralizándonos o enfrentándonos a él.
Cómo enfrentar el miedo
Veamos qué podemos hacer para hacerle frente al miedo cuándo aparezca:
Acepta que el miedo puede aparecer
Puede que cuando sientas malestar la tendencia que sigas sea la de evitarlo, taparlo y hacer como si no estuviera. Este es el primer paso a cambiar. No lo evites ni lo escondas, siéntelo, acepta que en ocasiones sentimos emociones desagradables, y aunque no sea apetecible es necesario sentirlas y atenderlas.
Reconócelo en ti
Aun siendo las emociones una reacción universal y que todas las personas sentimos, pocas veces se enseña a identificarlas y menos como gestionarlas. Por ese motivo, en ocasiones no estamos seguros de qué emoción estamos sintiendo, ni entendemos por qué nos sentimos así. De ese modo, es importante reconocer en nosotros mismos cómo se presenta cada emoción, para facilitar su identificación y posteriormente aprender a gestionarla.
Veamos en el caso del miedo cómo se expresa:
- A nivel físico: Tensión muscular, abrir los ojos, chillar, contracción del cuello, presión en los párpados…
- A nivel fisiológico: Aumento de la frecuencia cardiaca, sudoración, dilatación de las pupilas…
- A nivel cognitivo: Pensamientos e imágenes angustiantes.
Relajación
La respuesta del miedo supone una activación en el organismo. Cuando estamos ante miedos que no suponen un peligro inmediato o cuando estamos ante situaciones en las que sentimos miedo por pensamientos que se han desencadenado en nosotras, podemos recurrir a las prácticas de relajación para disminuir su intensidad y posteriormente trabajar en ese miedo. Hay variedad de técnicas de relajación que podemos utilizar, como la respiración diafragmática, la relajación muscular… recurre a la que tú te sientas más cómoda.
Analiza ese miedo, ¿Qué puedes hacer en este momento?
¿Qué ha desatado la respuesta de miedo? ¿Puedes identificar el estímulo? Si es así, ¿Cómo está influyendo en ti ese miedo? Y… ¿Qué puedes hacer en este momento para afrontarlo?
Cada vez que aparece el miedo nos transmite un mensaje, nos comunica qué es aquello que tememos. Escúchalo y sabrás a qué se refiere, puede que sea miedo a la soledad, al rechazo, al futuro, miedo a la vida, miedo a dormir, incluso miedo al miedo… Cuando sepas su significado aparece podrás trabajar en él.
Exponte a él
El miedo tiene la función de protegernos, de avisarnos que hay algún peligro. Pero en ocasiones, como hemos comentado, este peligro es imaginario o es desproporcionado.
Si has podido identificar que lo que sientes es miedo y te has dado cuenta de que ese miedo sea una respuesta desproporcionada, ya que no hay ningún peligro aparente, te animo a que lo afrontes y te expongas a él. Hacerlo puede ser un modo de que seas consciente de tu potencial y capacidad de superación.
Evitar aquello que te produce miedo, siempre y cuando estemos hablando de una situación en la que no hay un peligro real, resulta contraproducente para ti, pues ese miedo se va a ver incrementado, por ejemplo, si te da miedo hablar en público, la tendencia a evitarlo va a hacer que se incremente hasta que pueda desarrollarse un miedo patológico.
Pide ayuda
La inteligencia emocional es una capacidad que se puede adquirir. Aprender a identificar tus emociones (y las ajenas), descifrar el mensaje que te está mandando y de ese modo gestionar-lo va a ayudarte a hacerle frente al miedo. También es importante que pidas ayuda cuando sientas que el miedo te esté paralizando e interfiriendo en tu vida diaria.
En resumen, no le temas al miedo. Escúchalo, acércate a él para saber qué es lo que te está generando miedo, conócelo y de ese modo verás como puedes gestionarlo.