¿Cuántas veces caemos en la sed de venganza y nos dejamos llevar por el rencor? ¿Durante cuánto tiempo más vamos a seguir dejando que el odio coarte nuestra paz interior? Y ahora te pregunto a ti que me lees: ¿te amarrarías voluntariamente a unas cadenas para arrastrarlas el resto de tu vida?
Esto es lo que ocurre cuando no perdonamos. Por supuesto, no es nada fácil perdonar, y mucho menos aprender a perdonar lo imperdonable. Por eso, hablemos de cómo hacerlo.
¿Por qué perdonar?
No somos infalibles. Las personas erramos, hacemos daño involuntario, somos transgresoras en ocasiones. De la misma manera, somos vulnerables a que otras personas nos dañen y hieran. Es decir, en momentos de nuestra vida desempeñados ambos papeles, a veces el de Caperucita y otras el del lobo. Así, necesitamos como sociedad un proceso que apacigüe la lucha por la venganza y justicia, un proceso que movilice la ira o la tristeza desde la empatía y el amor propio. Este proceso es el del perdón.
Cuando alguien nos hace daño, sobrepasa nuestros límites o nos defrauda, una herida se abre en nuestro corazón y, con ello, puede que cambie la visión que teníamos hacia esa persona e incluso la visión que tenemos del mundo. De repente, esa grieta hace tambalear nuestro estado emocional y, por ello, es natural y válido sentir ira, rabia o, quizá, tristeza y pérdida. Así, perdonar no implica eliminar la realidad del sufrimiento o no dar cabida a estas emociones, como tampoco justificar, olvidar o minimizar la conducta de la otra persona; sino que parte de nuestra capacidad para darnos la paz y libertad que merecemos y necesitamos para vivir sin odio.
De esta manera, aprender a perdonar conlleva reescribir la historia, es decir, cambiar la lectura de lo que ocurrió, con el objetivo principal de sanar nuestro dolor y concedernos esta tregua a nosotras mismas, independientemente de si elegimos volver a vincularnos o no con la persona en cuestión.
“Aprender a perdonar conlleva reescribir la historia, es decir, cambiar la lectura de lo que ocurrió, con el objetivo principal de sanar nuestro dolor”
Las cinco claves para aprender a perdonar
Piensa en una herida física en la piel. Como sabes, toda herida necesita de un proceso para su cura: desinfectar, suturar, curar y cuidar. Pues una herida emocional no es menos, sino que también requiere de un tiempo, que no es otro que el que tú necesites, así como de entrar en contacto con el dolor para poder sanar y ayudar a cicatrizar. Este proceso, duro, pero también enriquecedor, tiene cinco pasos esenciales.
Recordar el daño
Pensar en lo que ha sucedido o sucedió, en todo aquello que forma parte del pasado, pero que sigue latente en el presente, pero. Trata de recordar los hechos objetivos tal cual ocurrieron, centrándote no tanto en la persona, sino en su comportamiento; tomando distancia. Para ello, puedes hacer una lista o descripción de lo ocurrido como si lo estuvieras viendo en una película.
Empatía
La empatía es la capacidad para ponernos las gafas de la otra persona, sin que ello signifique cambiar nuestros ojos por los suyos. Así, intenta atender a las razones o motivos por los que esa persona se comportó como lo hizo, sin que ello implique justificar o legitimar este daño (¿para qué lo hizo?). Explora la versión del “lobo” de Caperucita. Cuando nos abrimos a otras realidades, la ira se apacigua.
Altruismo
Para perdonar es útil recordar alguna ocasión en la que nosotras hayamos hecho daño y reconocer que no somos siempre justos/as ni moralmente superiores, sino que también nos hemos sentido culpables y que, a veces, hemos sido perdonadas.
Compromiso
Perdonar es comprometerte con tu bienestar. No es tanto una acción dirigida al otro, sino un regalo hacia una misma que guarda armonía bajo su envoltorio. No implica olvidar ni cambiar la historia, pero sí trabajar para avanzar. Para ello, puede servirte escribir una carta del perdón en la que agradezcas la capacidad para sentir enfado y en la que te despidas del odio.
Perdonar e integrar
Engancharse al perdón e integrar esta práctica en nuestra vida. Cuando reescribimos la historia desde un marco alejado del odio y de la sed de justicia, la herida no desaparece, al igual que no lo hace una cicatriz física. Sin embargo, esta sí que se ha sanado y ahora forma parte de nuestra historia de vida, de nuestra piel; y, como tal, permanecerá en nuestro recuerdo y en nuestro corazón, pero nos habrá transformado: el perdón habrá sembrado sabiduría y crecimiento.
Aprender a perdonar para conseguir auto-perdonarnos
Vivir con rencor es cargar nuestra mochila de las pesadas piedras del pasado. Es normal y lógico que pensemos que la persona que nos ha herido no merezca nuestro perdón, o que sintamos que, incluso, traicionamos nuestro orgullo perdonando algo imperdonable.
“No puedes hacer daño al culpable no perdonando, pero puedes liberarte perdonándolo”.
Martin Seligman
Por eso, aprender a perdonar es un acto de amor propio, de autocompasión, de resiliencia, y basado en el firme deseo de crecer y salir adelante. Implica reconocer nuestra vulnerabilidad para sentir dolor y reivindicar nuestra fortaleza para aprender de él; para vivir de manera liviana y libre.
Si la herida es demasiado grande para ti, si te cuesta soltar o dejar ir la ira o la rabia y necesitas ayuda para aprender a perdonar, podemos ayudarte con nuestra terapia online.
Yo he perdonado algo que pensé que nunca perdonaría… Y aunque a veces me sobrevuelan los fantasmas del rencor… Intento eliminarlos pensando en positivo…. Si no hubiera perdonado, estoy segura de que mi vida hubiera sido un infierno