Tal y como comentaban Yaiza y Rosalba en el Podcast de este domingo en el que hablaban sobre cómo ser una persona feliz, nos pasamos mucho tiempo persiguiendo la felicidad, preguntándonos qué es y haciéndonos una idea de lo que necesitamos hacer o conseguir para conseguirla. Vamos cumpliendo años y replanteándonos, en ocasiones concretas, si somos o no felices. O bien vemos la felicidad como algo inalcanzable o nos sobran razones por las que serlo, pero no sabemos qué es exactamente la auténtica felicidad por la que tanto luchamos. ¿Preparada para descubrirlo?
Lo que nos han contado de la felicidad…
Imagina que eres jardinera y que tienes mucho cariño a tu jardín. Siempre quieres que esté perfecto, que se vea bonito y que tenga todas tus flores favoritas. Sabes que eres la única responsable de tu jardín, y que de ti depende que la tierra esté abonada y sea de calidad para tus plantas, pero, de tanto en cuanto, no entiendes porqué no nacen tus favoritas en algunas parcelas y te ves a ti misma empleando tu abono de tan alta calidad para otras plantas que nada tienen que ver con tus preferidas. ¿Realmente el jardín al que aspiras te pertenece?
Lo que ocurre en esta metáfora es que, gran parte de lo que creemos y, por consiguiente, perseguimos, es fruto de nuestra capacidad de aprendizaje y de interiorización de ciertas normas tácitas sociales. Desde un primer momento, empieza a calar en nuestros centros corticales del aprendizaje una idea occidentalizada de lo que debemos conseguir para ser felices, y crecemos pensando en que el éxito es a la felicidad lo que la vela al velero, y que este “triunfar en la vida” viene de la mano de la acumulación de una serie de bienes y de tareas vitales tachadas de la lista, o lo que viene siendo la máxima “plantar un árbol, comprar una casa y tener un hijo”. A nivel individual, hemos ido modulando esta serie de creencias distorsionadas y hemos construido unas expectativas acerca de lo que la felicidad es. Expectativas que suelen ser tan altas, estereotipadas y rígidas que acaban por tomar un tinte utópico y, para más inri, con poco sentido personal. Y, ¿qué ocurre cuando estas expectativas no se corresponden con lo que tenemos o, mejor dicho, con el concepto que hemos creado de vida feliz? ¿Qué ocurre cuando consideramos el éxito en todo lo que nos propongamos como condición sine qua non para gozar de bienestar? Entonces estamos dando a luz a la frustración, a la que iremos criando con cada fracaso percibido, porque estas expectativas estarán tiranizando nuestra auténtica felicidad.
¿Dónde empezar a buscar la auténtica felicidad?
Siguiendo la filosofía budista, la felicidad como meta y como algo acumulativo nos lleva a apegarnos a lo que creemos que tiene que satisfacernos, es decir, a creernos el pensamiento de que nuestro bienestar depende de esto o aquello. Sin embargo, en el momento en que buscamos fuera lo que nos llene dentro, estamos perdiendo la conexión con la verdadera fuente de la felicidad: nosotras mismas. Dicho de otra manera, cuanto más ímpetu pongamos en buscar unas condiciones favorables externas, más nos perdemos en lo de fuera y, así, más abandonamos lo de dentro. Pero nada más alejado de la realidad, ya que, en palabras de Thomas Browne: “todas las maravillas que buscas están dentro de tu propio ser”.
“Cuando buscamos fuera lo que nos llene dentro, estamos perdiendo la conexión con la verdadera fuente de la felicidad: nosotras mismas”
¿No es hora entonces de empezar a buscar dentro qué es lo que realmente nos llena, y de aprovechar este potencial interno para ser felices? para, a continuación, preguntarnos: ¿qué es lo que hago que me acerca a este estado de bienestar?
¿De qué depende la felicidad?
La respuesta tiene que ver con algo tan simple como establecer una coherencia entre lo que soy y entre lo que hago.
Cuando existe esta coherencia, se actúa desde dentro hacia afuera, y no en orden inverso, y se gesta una paz y equilibrio internos que son la semilla de lo que es la auténtica felicidad.
Podemos encaminar nuestra vida hacia la congruencia desde las diferentes áreas por las que nos movemos, esto es, nuestro propio jardín, siguiendo la metáfora. Ahora visualízalo -e incluso dibújalo si quieres- y divídelo en áreas, trasladando a cada una de ellas lo que consideras que son las parcelas que componen tu vida; después, piensa hasta qué punto dedicas tu hacer en cada una de ellas y de qué manera. Hazte la pregunta de cuáles son las parcelas realmente valiosas en tu vida y en qué medida sientes que inviertes aquí. No existe una respuesta correcta, simplemente pregúntate hasta qué punto lo que haces diariamente es canjeado con el “yo” que quieres ser dentro de cada una de las parcelas. Para responder a estas preguntas haz un alto en el camino diario y trasládate al momento en que tu vida acabe… ¿la imagen que ves en retrospectiva en este último día se corresponde con lo que eres y con lo que, de manera genuina, quieres?
Enfoca tu presente a tus principios y propósitos
Ten una mirada abierta y sincera hacia tu interior, trata de conectar con tus principios y propósito vital al margen de la exigencia y la abundancia y enfocándote más hacia lo esencial para ti -en el sentido más pleno de la palabra-, y procura que tu conducta esté en armonía contigo. Este equilibrio te brindará la oportunidad de sentir serenidad y paz interior, sin más pretensiones, y dándote cuenta de que tú estás creando esta felicidad desde tu integridad, obteniendo, como resultado, un existir consentido y con sentido.
Este invertir en lo que día a día hacemos nos ancla en el momento presente en tanto que es el único espacio sobre el que tenemos la capacidad de hacer. No se está queriendo decir con esto que nuestro desempeño diario no tenga que estar relacionado con lo que se quiere ver en un futuro, sino que, en la medida en que elevemos nuestra ocupación para vivir en el aquí y en el ahora por encima de la preocupación centrada en el pasado-futuro, más garantía existirá de vivir de manera plena. Como consecuencia de la conexión con el momento presente se desarrollará la capacidad de darnos cuenta de lo que tenemos, y no de lo que tuvimos o tendremos, y, por tanto, nos nutriremos de una de las mayores potencialidades de la auténtica felicidad: la gratitud; dicho de otra manera, la puesta en práctica del agradecimiento por el presente y por lo que lo compone nos aleja de la exigencia y nos acerca, paradójicamente, al sentimiento de abundancia.
“El agradecimiento por el presente nos aleja de la exigencia y nos acerca al sentimiento de abundancia”
En cuanto a la búsqueda de la verdadera felicidad, debemos ser conscientes de que no es una condición estable, de que ni nosotras vamos a estar ahí para ella ni ella para nosotras de manera constante; puedo que incluso, a veces, nos demos el permiso para separarnos durante parte del camino. No obstante, lo verdaderamente relevante tiene que ver no tanto con la necesidad de alcanzar el bienestar sino con cambiar el paradigma de felicidad como meta, secundaria a éxitos constantes, y con ajustar las expectativas de lo que la auténtica felicidad es para nosotras, tomando como referencia las parcelas que ocupan nuestra vida y de qué forma regamos cada una de ellas. Al fin y al cabo, nadie conoce mejor el jardín que la persona encargada de cuidarlo.
Gracias
¡Hola, Marco!
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