Hipocondría: Qué es, síntomas y tratamiento

Escrito y revisado por Beatriz Pujante

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La hipocondría, también conocida como trastorno de ansiedad por enfermedad, se manifiesta como una preocupación constante por la salud y el miedo intenso a padecer alguna enfermedad grave. Más que una exageración, esta vivencia refleja una forma de ansiedad que puede llegar a generar un gran malestar.

Comprender qué es la hipocondría, cómo se manifiesta y qué opciones de tratamiento existen, ayuda a mirar este sufrimiento con empatía y a buscar acompañamiento profesional con calma y confianza.

Hoy nuestra compañera Raquel, psicóloga online del equipo. Nos trae un tema muy común “hipocondría: Qué es, síntomas y tratamiento”. Y decimos común porque hoy no nos centraremos en el diagnóstico, sino en aquellas personas que aparentemente no tienen un diagnóstico como tal, pero que sienten tanto miedo y malestar que condiciona sus vidas.

¿Qué es la hipocondría?

En muchas etapas de la vida, el miedo a enfermar puede llegar a hacerte pasarlo muy mal. No hablamos aquí de las personas con un diagnóstico clínico de hipocondría o ansiedad por la enfermedad, sino de aquellas que, sin tener un diagnóstico, viven con un miedo constante a enfermar o a estar enfermas, algo que condiciona profundamente su vida.

La hipocondría o ansiedad por la enfermedad es una preocupación excesiva por enfermar o por la posibilidad de que ocurra algo grave, con mucha dificultad para combatir el estrés. La mente queda secuestrada por esa preocupación, y se entra en un ciclo en el que cualquier señal del cuerpo, cualquier síntoma, se convierte en una amenaza o un peligro. Es como si el cuerpo estuviera constantemente en alerta (Ahlers, 2023).

Para entenderlo mejor, es como vivir en una casa donde cada pequeño crujido del suelo hace pensar que todo puede derrumbarse. Llamas a profesionales, revisan todo, y te dicen que la casa está bien, que no va a pasar nada. Pero, aun así, no puedes evitar estar preocupada. Esa casa es tu cuerpo, y cuando no puedes sentirte segura en él, se hace muy difícil habitarlo, disfrutar, explorar o hacer cosas nuevas. Cualquier señal se convierte en una advertencia interna: “ten cuidado, no estás a salvo, estás en peligro”.

Función de la hipocondría

Aun así, este miedo cumple una función protectora. No aparece por casualidad. En algún momento de la vida aprendiste a protegerte así. Es tu cuerpo diciendo “cuidado, vamos a protegernos”. Tiene sentido. No eres exagerada ni débil: lo que sientes es real. Esa preocupación habla de un sistema nervioso desregulado, por eso es tan importante cuidar esa “casa” para volver a sentirte segura en ella.

El patrón es la búsqueda constante de certeza. El cerebro crea historias una y otra vez, de forma creativa, como un intento de protección.

¿Causas de la hipocondría?

La hipocondría puede surgir tras experiencias en las que la vida se sintió en peligro: la muerte o enfermedad de alguien cercano, una enfermedad propia vivida sin apoyo suficiente, o incluso traumas médicos. En todos esos casos, el sistema intenta regularse, busca seguridad externa porque internamente no la encuentra. Pero las palabras no siempre bastan: el médico puede decir que todo está bien, pero el cuerpo sigue sin sentirse seguro. El cuerpo expresa lo que lleva tiempo sosteniendo, y el cuerpo tiene memoria.

El cerebro, al percibir un síntoma, activa una alarma hipervigilante, como un detector de humo que suena con una simple vela encendida. Entonces se busca seguridad fuera: información, revisiones, respuestas. Pero esa búsqueda no calma realmente. Lo que calma es la acción de buscar, no el resultado. Así se refuerza el ciclo de preocupación: el alivio temporal da paso a más ansiedad. Es como intentar apagar el fuego con gasolina (Baur, 2005).

La clave está en cómo se responde ante esa sensación de alerta: si se echa más gasolina o si se busca reconectar con el cuerpo y generar seguridad desde dentro de meditación para la ansiedad.

Cuando se hace algo distinto, al desplazar el foco, la sintomatología disminuye. Si se mantiene el ciclo, se genera desconfianza hacia el propio cuerpo. Se duda de las señales, se vive en alerta, y la vida se llena de preocupación. Vivir así resulta agotador, porque condiciona la capacidad de disfrutar y estar presente. La mente, además, puede volverse muy creativa: transforma cualquier detalle en posible amenaza. Ese exceso de pensamiento puede derivar en conductas repetitivas o evitativas, que no son más que intentos de calmar el miedo.

Síntomas de hipocondría reales

Vivir en estado de alerta constante afecta al cuerpo, a la mente y a las relaciones. Cuesta concentrarse, disfrutar o conectar con los demás. A veces también se experimenta incomprensión: “exagerada”, “te lo inventas”. Pero el dolor es real, aunque no haya una causa médica visible. Y eso genera aún más malestar. La ansiedad por la salud impacta en la relación con una misma y con los otros.

El cuerpo aprende que perder el control es peligroso, y la mente intenta abarcarlo todo. Ese miedo se cuela en muchas áreas: miedo a enfermar, a perder a alguien, a quedarse sola, a sentirse abandonada o sin control, aumentando el riesgo de dependencia emocional. Es el mismo sistema de alarma, extendido a distintos ámbitos. Te compartimos los síntomas más comunes de la hipocondría:

  • Dificultad para concentrarse, fatiga mental, o disfrutar de las actividades cotidianas.
  • Sensación constante de alerta o peligro respecto al propio cuerpo.
  • Interpretación de cualquier síntoma físico como señal de una enfermedad grave.
  • Búsqueda continua de información médica o comprobaciones para calmar la ansiedad.
  • Miedo persistente a enfermar o a que les ocurra algo a los seres queridos.
  • Necesidad de controlar el entorno para evitar posibles riesgos.
  • Dificultad para confiar en los diagnósticos médicos o en la propia salud.
  • Malestar emocional sostenido y sensación de no estar a salvo.
  • Impacto en la relación con una misma y con los demás, por la preocupación constante.

¿Cómo tratar la hipocondría?

El trabajo terapéutico permite reconocer de dónde vienen esas señales y aprender a leerlas de otra manera. Recuperar la sensación de hogar en el cuerpo implica práctica, respiración, presencia y paciencia. No se trata solo de poner palabras, sino también de trabajar desde lo corporal para que poco a poco se ajuste esa alarma interna y vuelva la confianza.

Comprenderlo y aceptarlo no significa resignarse. Es entender que la ansiedad puede aparecer, pero con menos fuerza e impacto. El objetivo no es que el miedo desaparezca, sino saber qué hacer cuando aparece. Con el tiempo y el trabajo terapéutico, se reduce su frecuencia e intensidad. Se aprende a vivir con ello sin quedar atrapada.

El malestar puede llegar en picos, pero cuando se aprende a regular el cuerpo, se descubre que se puede estar mal y seguir estando bien. El malestar tiene principio y fin, y durante la tormenta puedes decidir cómo cuidarte.

Empezar un proceso terapéutico no siempre es fácil, sobre todo cuando se ha normalizado vivir en alerta. Pero buscar ayuda es un acto profundo de autocuidado. Con el tiempo, los frutos aparecen: más calma, confianza y seguridad. Es posible dejar de alimentar ese fuego interno, cultivar el amor propio y reconstruir una relación amable con una misma y con el propio cuerpo.

Volver al cuerpo y transformar el miedo

Para empezar a relacionarse desde la presencia y no desde el miedo, el primer paso es detectar las señales que el cuerpo envía. Escucharlas sin interpretarlas como amenaza, conectar con el cuerpo —respirar, tocar una textura, volver al presente— y acompañar el proceso con terapia, que permite distinguir cuándo una señal corporal pide cuidado y cuándo la mente está secuestrada por la preocupación. Puedes consultar nuestro artículo conectar conmigo misma para explorar más este aspecto.

Queremos entenderlo todo, pero hay algo poderoso en simplemente sentir. Nos han desconectado tanto del cuerpo que cuesta atenderlo y darle espacio. Reaprender a escucharlo implica integrar pensamientos, emociones y sensaciones para sostenernos desde un lugar más completo y compasivo.

Cuando alguien se siente identificado con todo esto, la pregunta es: ¿y ahora qué hago? Tu cuerpo aprendió a protegerte así, pero ahora es necesario transformar ese sistema para que deje de generar sufrimiento. No hay que normalizar vivir en alerta constante. Conectar con lo que está pasando e iniciar un proceso terapéutico permite recuperar la seguridad interna, esa sensación de que tu cuerpo es un lugar seguro.

Sentirse conectada con el cuerpo, las emociones y los pensamientos desde la calma y el bienestar es posible. Y es mucho más productivo que hacerlo desde el miedo. Hablar de todo esto no siempre es fácil, pero ponerle palabras permite dar espacio y alivio.

Compartirlo ayuda a comprender que no se está sola, que el dolor puede transformarse y que el cuerpo, aunque tiemble, también sabe sanar.

Como siempre, gracias por acompañarnos una semana más, nos escuchamos el próximo domingo. Gracias también por vuestras puntuaciones y comentarios en Spotify y en Itunes, eso nos ayuda a crecer.

Preguntas relacionadas con la hipocondría

¿Qué es la hipocondría?

La hipocondría es una preocupación excesiva y persistente por la salud, basada en la interpretación errónea de sensaciones corporales normales como señales de enfermedad grave.

¿Cuáles son los síntomas más comunes de la hipocondría?

Suele manifestarse con ansiedad constante, necesidad de revisiones médicas frecuentes, búsqueda de información sobre enfermedades y dificultad para confiar en los diagnósticos médicos.

¿Cómo se trata la hipocondría?

El tratamiento combina la terapia psicológica y herramientas de gestión emocional. El acompañamiento profesional permite reducir el miedo y fortalecer la confianza en el propio cuerpo.

Referencias

Ahlers, M. (2023). Hipocondría, el miedo a la enfermedad: Cómo puedes comprender por fin el miedo a la enfermedad y liberarte de él paso a paso.

Baur, S. (2005). Hipocondría: Cómo evitar una vida miserable provocada por las enfermedades imaginarias. Gedisa.

El contenido ha sido redactado con fines divulgativos, en ningún caso puede sustituir la valoración de un profesional. El artículo ha sido revisado por el equipo de redacción clínica.

Artículo escrito y revisado por Beatriz Pujante | Graduada en psicología, con n.º de colegiada 27435. 5 años de experiencia como psicóloga sanitaria, especializada en emergencias, terapia sexual y trauma complejo.

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